Mi chica fantasma, Tamsyn Murray

¿Quién dijo que la muerte era aburrida? Esta frase aparece en la portada de este libro y da a entender que nos vamos a encontrar con una novela donde la muerte no supone un fin.

Mi chica fantasma, de la escritora Tamsyn Murray, peca de ser un libro muy juvenil. Un defecto que no tiene que molestar a todos los lectores pero en mi caso me llegó a inquietar, porque esa etiqueta llegó a determinar el devenir de la novela de un modo muy marcado. El caso es que en cualquier novela juvenil que se precie tenemos a la clásica chica guapa, de cierta popularidad y que además es buena y comprensiva, lo que le lleva a tener amigas de se apartan de los cánones marcados por el «buen gusto» imperante en los institutos o en cualquier reunión en el que esté más de un adolescente. También tenemos a un chico guapo por el que suspiran todas las adolescentes que se atreven a poner sus ojos en él. Atlético, con dotes musicales, es una persona comprensivo y atenta. Nos queda la mala que es una chica muy guapa pero pagada de si misma, lo que la convierte en una persona muy celosa, que no admite que nadie la pisotee,y mucho menos la «santurrona» por la que se siente atraído el chico que le gusta. Este es más o menos -hay variaciones en pequeños detalles- el clásico triángulo juvenil que podemos encontrar en cientos de novelas.

El caso es que cuando empecé a leer Mi chica fantasma, no sé, pensaba que dadas las circunstancias por las que había muerto Lucy Shaw la novela se apartaría un poco de lo más «típico» y adoptaría diferentes tonos narrativos.  Pero no ha sido así, porque Lucy es la clásica protagonistas guapa, coqueta… y Ryan es el clásico guapo ecologista desenfadado que toca un instrumento y que canta muy bien,  y cuyos actos aspiran a convertirlo en santo algún día. Es verse y quererse para la eternidad. Luego está la tercera en discordía es Kimberly, muy previsible en sus actuaciones.

A partir de estos personajes se realiza la trama amorosa que en un momento dado deja de lado quizá la parte más interesante que es la redención de Lucy, es decir, que vea  la luz para que deje de ser un fantasma. Esta parte viene de la mano de Jeremy, un chico joven y muy vivo que es capaz de ver a Lucy, pese a ser un fantasma.  Este personaje me ha gustado porque tiene un toque desenfadado y porque pone un poco de cordura a tanta hormona juvenil. Personalmente me hubiera gustado que todo lo relacionado con el asesino de la protagonista se desarrollase de otra manera y no terminase como lo hizo.

Otro problema que he encontrado es que el mundo de los fantasmas no difiere para nada del de los vivos. Tienen fiestas, usan móviles -deben de estar abonados a Movifantasmas- y hace vida social como si siguieran vivos, pero sin ninguna responsabilidad. Eso sí sufren algunas limitaciones pero muy pocas. Creo que eso le quita la gracia a todo el asunto de los muertos.

Pero pese a todo ello el libro no ha estado mal, me ha gustado porque a pesar de estos pequeños fallos -la parte de la amiga con la enseñanza moral chirría un poco-  es una novela que tiene cierto encanto y como es muy corta no se hace para nada pesada. Eso sí está más orientada a lectoras jóvenes que a aquellos que son más maduros, lo que no significa que los abuelos no puedan disfrutar con su lectura.

Por último comentar que tiene doscientas veintidós páginas con letra grande por lo que te lo puedes leer en una tarde sin ningún problema.

Clasificación: 5,75/10

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