Anne Perry vuelve a traernos con Justica ciega, de Ediciones B, una nueva aventura de William Monk, en la que será la decimonovena entrega de la serie. Una serie larga que como hemos podido comprobar aguante muy bien el tirón y mantiene la misma calidad de las primeras novelas.
El argumento nos conduce primero hacia Hester Monk, quien continúa con la labor de enfermera en la clínica. Allí trabaja una joven que le confiesa que su padre ha caído en la ruina por culpa de un predicador sin escrúpulos. Motivada por la curiosidad y por un afán de hacer justicia, decide pedir ayuda para descubrir si Abel Taft, el predicador, es estafador. Cuando se descubre que el dinero donado por los feligreses no se destina a obras benéficas, sino que se usa para sufragar sus elevado nivel de vida, Taft es acusado y llevado a juicio. El juez en Oliver Rathbone, amigo de los Monk. La culpabilidad de Taft parece clara pero un testigo inoportuno hace que el juicio dé un vuelco que podría dejar en libertad al acusado. A pesar de que Rathbone no se puede inmiscuir, éste termina dando un paso bienintencionado pero temerario que podría arruinar su carrera, su reputación y hasta su vida.
A diferencia de otros libros de este mismo género, me refiero al género policial o de intriga -o sea, asesinato, investigación, castigo al culpable-, que puedes leer casi de forma independiente, Justica ciega casi exigen haber leído los anteriores de la serie, porque de otro modo resulta un poco complicado entender muchas de las cuestiones que se plantean, no porque los hechos sean difíciles de entender, o porque la autora haya soslayado mucha información, sino porque esta novela no es tanto una novela policial, sino que es más bien una novela que juega con los límites entre lo correcto y lo incorrecto, entre seguir los dictados de que marca la ley o los que determina la conciencia.
La novela se divide en dos partes muy bien diferenciadas. Tenemos la presentación de los hechos, el inicio de un conflicto judicial que arranca cuando Hester Monk decide ayudar a una de las enfermeras de la clínica. No es una ayuda altruista sino que también sirve para que nuestra protagonista se reconcilie con su propio pasado, con la culpa por no estar con su familia en los momentos más duros. Una vez establecida la presentación tanto William Monk como su mujer, y Scuff, su hijo adoptado, quedan en un segundo plano. La trama se centra por completo en uno de sus grandes amigos, Oliver Rathbone, con el que comparten además de una amistad muy fuerte, secretos y momentos muy duros. Con él nos metemos dentro de los vericuetos que ofrece la legislación británica del siglo XIX, y en concreto en su modo de enjuiciar a las personas. A la vez se nos permite adentrarnos en la vida personal de Oliver, quien separado de su mujer -no le ha perdonado que su padre muriera en la cárcel asesinado- empieza a notar el peso de la soledad.
Es una parte que tiene un toque intimista muy interesante que además hace que la parte más legal del caso de estafa -con abogados, testigos, pruebas- no sea excesivamente aburrida. El caso que es que Oliver termina metiéndose en un lío por culpa del legado maldito de su suegro -quienes hayan leído los libros anteriores entenderán qué es y su importancia- que puede acabar con su carrera y con su vida.
La segunda parte comprende todos los pasos que realizan tanto Oliver, como Monk y su familia, para que el primero pueda salir del problema en el que se ha metido. Aquí los hechos se suceden con más rapidez, y no es tan pesada como la primera porque combina la parte judicial con la investigación de un cuádruple asesinato.
Siendo sincera Justicia ciega no se puede clasificar de novela policial histórica al uso porque la investigación en sí sólo está presente en unas pocas páginas. Lo interesante de la novela es todo el entramado moral y ético que quedaba pendiente de las entregas anteriores. Debemos recordar que el destino del suegro de Oliver, los infames actos que ocurrían en las barcazas, el chantaje, las fotografías… todo sigue dando coletazos y marcando la vida de los protagonistas de la serie y de sus amigos más íntimos. Era evidente que una vez que se castigó a los culpable quedaban algunas heridas por cerrar y algunas preguntas por responder y esta novela trata de dar estas respuestas, aunque a veces dé la sensación que que simplemente es un medio para lograr que el lector se cuestione su propia moralidad. ¿Qué harías si fueras Oliver? ¿Sucumbirìas al poder aunque fuera con buenas intenciones?
Justicia ciega sin duda no era lo que me esperaba pero me ha gustado. Anne Perry escribe muy bien, la ambientación de la época es excelente, los personajes están muy bien caracterizados y la trama pese a la lentitud de su desarrollo tiene la suficiente fuerza para atrapar. Además te permite meditar, y eso se agradece mucho.
La recomiendo pero considerando que si no se han leído las novelas anteriores puede ser un poco complicado entender por completo toda la historia.
La siguiente novela de la serie se publicará en inglés dentro de unos días. Esperemos que Ediciones B se anime a publicarla este mismo año.
Realmente merece la pena. Para los que conocen a la autora y para los que no. Si aún no os animáis os recomiendo la reseña de lanovelaantihistorica.wordpress.com que analiza la relación entre la Historia de la Era victoriana que sirve de telón de fondo y los acontecimientos que Anne Perry cuenta en la novela.
Anne Perry es de las mías, como quizá ya sepas…. Anotado!!
Besos,
No me he estrenado aún con esta autora. A ver cuándo me animo, que ganas me sobran…
Besotes!!!