«Drácula», la banalidad de un clásico en Netflix.

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Se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra y desde que existe la televisión hemos visto como este dicho cobra una importancia desmedida.

Cada cierto tiempo los clásico necesitan reinventarse, adaptarse a los nuevos tiempos. Parece que el cambio de generación no se produce sino no se ha reinventado de nuevo Mujercitas, alguna película de las hermanas Austin o algo más sangriento como Drácula. Siempre es interesante ver cómo se adaptan estas historias aunque al final, nunca llegan a superar ciertas versiones. En el caso de Drácula, hace unos años Luke Evans se metía en su piel contándonos la historia de sus orígenes en Drácula: la leyenda jamás contada. No era una maravilla pero al menos sus guionistas intentaron explicar por qué un guerrero, un defensor de su tierra y sus gente decide aliarse con el mal. Aún pesaba mucho la versión de Francis Ford Coppola con Drácula de Bram Stoker,  una película que decidió contar la historia basándose más en la novela original y no en versiones adulteradas. La interpretación de Gary Oldman fue sublime, y consiguió dotar al personaje de una profundidad que aún no se a podido superar. Otro Drácula era el delHotel Transilvania, que tenía que lidiar con una hija que se enamoraba de un humano. Podemos seguir estableciendo referencias ya que hay más de trescientas adaptaciones del este personaje entre películas, series y documentales… Con todo esto quiero decir que conseguir algo nuevo de Drácula es imposible, porque es un personaje tan explotado que ya no le queda sangre. Pero al parecer a Mark Gattis y Steven Moffat ésto no les importa mucho.

Drácula, la nueva serie de la BBC y que emite Netflix, es una propuesta de tres episodios con una duración de unos ochenta minutos más o menos. En cada episodio se desarrolla una temática. El primero sigue un poco el libro, al menos sus primeros minutos, con la llegada de Jonathan Harker (John Heffernan) al castillo del conde Drácula.  Allí las cosas no marchan muy bien. El conde empieza a estar cansado del lugar en parte porque sus habitantes comienzan a mostrase insípidos de sabor, así que planea un viaje a Londres. El viaje será en el segundo episodio. La conclusión se verá en el tercero, que supone un gran salto temporal. Los dos primeros ambientados en el siglo XIX, y el último en la actualidad.

Como todo en esta vida depende de a quién le preguntes la serie será imprescindible o un aburrimiento. Me inclino por la segunda opción y con cierto dolor porque tiene momentos brillantes, por desgracia los momentos nefastos o simplemente aburridos son mayoría. Lo primero que tengo que decir es que la elección de Claes Kaspeer Bang como protagonista, es interesante. Él es un actor danés que cuenta con buena fama, aunque no es uno de esos rostros que reconoces de inmediato. Su elección como conde me parecía al principio correcta, al menos esta serie no se planteaba como una comedia o drama juvenil sino que su concepción era más madura. Además su imagen me recordaba un poco a los actores que interpretaron el papel en los años cincuenta. Puede que sea una impresión que solo tengo yo. En cualquier caso conocemos al conde Drácula en su castillo y ahí viene la primera decepción, Drácula habla con un acento atroz al comienzo -he visto la serie en versión original- que me hizo relinchar los dientes. Por curiosidades del destino- y para mi gran alegría- a medida que va pasando el tiempo el acento se le va.  Luego de un momento en que parece que la trama va a seguir fiel la novela todo se desboca de una manera loca. La incorporación de la monja Agatha, una Van Helsing con ideas propias, es a la vez interesante en sus comienzos y muy decepcionante en su conclusión.

El Drácula de Moffat y Gatiss es un Drácula egocéntrico en su máxima expresión, le gusta regodearse en sus maldad -hay algunas escenas un poco inquietantes- y en sus gustos culinarios. Habla mucho sobre si mismo y tiende a no escuchar a los demás y pese a todo ello es un personaje plano y sin carisma. Bien es cierto que tiene momentos de lucidez, cuando usa el humor más sarcástico para molestar a los demás, ahí es cuando brilla y cuando te quedas subyugada con su carisma y su concepto de los humanos como simple comida andante. La escena del abogado por ejemplo es magnífica. ¿Por qué la serie no eligió ese noto sino uno más falto de chispa? ¿Por qué tenemos un Drácula al que nunca llegas a conocer porque en ningún momento se explican sus aspiraciones, sueños, temores…? ¿por qué no llegamos nunca a atisbar un poco del alma atormentada de ese vampiro centenario?

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Quizá lo peor de todo el el final ¿De verdad ese es el final? Moffat ¿qué se te pasó por la cabeza?

No soy una purista literaria, es decir, acepto que las adaptaciones de los libros son complicadas de realizar en algunos casos, y cuando hablamos de un personaje tan magreado como Drácula se requiere siempre algo más. Personalmente creo que esta serie que va de más a menos, llegando a valores negativos. El primer episodio -olvidando el acento atroz, que seguramente recordaré en alguna pesadilla- tenía algo que la hacía interesante. El segundo episodio, lo puede considerar aburrido, demasiada charla y poco emoción.  El tercer y último fue el de la decepción. Quizá lo mejor es ver sólo el primer episodio si hay curiosidad y olvidarse de los dos restantes.

 

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