«Amor de gata», una pequeña sacudida de bigotes.

Si tenemos que pensar qué animal es el protagonista en la animación japonesa, no podremos dudar mucho: es el gato. Mientras que el perro generalmente es represento como un animal doméstico, el gato va más allá del papel de mascota y adopta un aire casi místico. En la maravillosa Haru en el Reino de los Gatos, podemos ver un buen ejemplo de la imaginaria japonesa con respectos a estos domesticados felinos. Y ese mismo tratamiento está presente en Amor de gata, una propuesta de Netflix en el apartado de animación y que tenía ganas de ver después de la maravillosa Klaus.

Si tenemos que pensar qué animal es el protagonista en la animación japonesa, no podremos dudar mucho: es el gato. Mientras que el perro generalmente es represento como un animal doméstico, el gato va más allá del papel de mascota y adopta un aire casi místico. En la maravillosa Haru en el Reino de los Gatos, podemos ver un buen ejemplo de la imaginaria japonesa con respectos a estos domesticados felinos. Y ese mismo tratamiento está presente en Amor de gata, una propuesta de Netflix en el apartado de animación.

Nakitai watashi wa neko wo kaburu o Amor de gata, en su traducción castellana, nos cuenta la historia de una joven estudiante, Miyo, conocida como Muga, que adquiere el poder de transformarse en una gata, después de un encuentro con un comerciante gatuno y así poder huir de una situación familiar en la que no es feliz, pero sobre todo, ella se transforma en gata porque puede estar al lado del chico que ama, Hinode, un compañero de clases al que le confiesa su amor del modo más ruidoso y peligroso posible.

Después de una desastrosa experiencia, Miyo se encuentra con un gato enorme que habla, con el que hace un trato. El gato es un comerciante de máscara y aunque ella no entiende muy bien en lo que se mete acepta la máscara que le ofrece. La máscara que le permite transformarse en una preciosa gata blanca de ojos azules a las que apodan Taro en la casa de Hinode. Pero el trato con el comerciante tiene su lado oscuro, Miyo puede perder para siempre su condición de humana, y ser un simple gato, y para ello deberá renunciar a su humanidad. ¿Un amor no correspondido, una familia en la que no se encuentra cómoda…?

Al igual que en otras películas de animación, pese a que la historia como origen una historia de amor no correspondido entre Muge y Hinode, siempre algo algo más profundo, y en este caso es que encerrarse en uno mismo no siempre es la solución. Muge se encierra en si misma al no enfrentar sus temores, al no se capaz de reconocer los sentimientos que le provocó el abandono de su madre y la apareció de una nueva esposa para su padre. Puede parecer que es ruidosa, que no entiende del peligro, caprichosa y que dice lo que se le pasa por la cabeza en todo momento, pero al final es una fachada. Y ahí entre el amor, lo único a lo que puede agarrarse. Su obsesión por su compañero de clases es a la vez divertida y muy preocupante. Como asegura su mejor amiga, Muge está en la zona de ser una auténtica acosadora. Y en cierta manera lo es, aunque sea a través de una adorable gata.

En el caso de Hinode, él se esconde tras una gran tranquilidad, en que apenas tiene voz para expresar que él busca algo diferente a lo que persigue su madre. Él quiere seguir los pasos de su abuelo.

Muge e Hinode se enfrentar a sus miedos de diferente manera, pero ambos se esconden de los demás al imaginarlos como espantapájaros, seres inanimados con los que no se puede hablar. Es terrible en efecto del soledad que provoca ver cómo Muge mira a su alrededor y se ve aislada de todo sin pretenderlo.

Los directores Junichi Sato -que cuenta con una gran experiencia- y Tomotaka Shibayama -un novato-, realizan un gran trabajo aunque es cierto que la película presenta un tono no muy regular, con una presentación excesivamente larga, un entremedio bien desarrollado y un final imaginativo y con emoción, algo que contrasta con el gran realismo de la primera partes, salvo por el hecho de que ella se convierte en gato, evidentemente. La combinación de los Studios Colorido, Toho Animation y Twin Engine ha conseguido que la calidad de la animación sea excelente, y pese a que está destinada a ser una película de Netflix, se ha cuidado con detalle el dibujo de los personajes y de los fondos. Pero a pesar de ser animación japonesa tiene un toque que la hace muy internacional. Quien esté acostumbrado a ver películas de este género podrá darse cuenta de esos pequeños detalles. Podrán usar lo mejor de la animación japonesa -su estilo, narrativa, imaginación- pero la adaptación a un mercado más occidental es necesaria. Y eso también explica que no sea una propuesta arriesgada, sino que se asienta en bases seguras: animales parlantes, protagonistas adorables, problemas que se pueden superar con un poco de esfuerzo y un malo que da más respecto que miedo.

Amor de gata va más allá de sus elementos fantásticos, es un viaje de aprendizaje para dos jóvenes que se alejaban del mundo exterior de un modo diferente pero que aprenden a confiar más en si mismos y en los demás ayudándose mutuamente. Salpicada de pequeñas lecciones que no llegan a ser sofocantes, puede ser una propuesta muy buena para ver en familia por su toque fantástico, por su humor suave y sobre todo su modo de presentar la tragedia como algo que puedes superar con ayuda de tu amigos, familia, o tu gran amor. Muy recomendable.

AMOR DE GATA
Dirigida: Junichi Sato, Tomotaka Shibayama.
104 minutos. Animación. Studio Colorido. Netflix

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