Es imposible no pensar en el pasado viendo Ni no Kuni dirigida por Yoshiyuki Momose y que está basada en un videojuego del que no tenía ninguna referencia hasta después de ver la película. Quizá si hubiera jugado podría haber disfrutado más de la película porque entendería alguno de sus guiños, si es que tenía alguno.
Ni no Kuni nos cuenta la historia de Yuu, Haru y Kotona, tres jóvenes estudiantes de instituto que están en su último años. Yuu es un joven que usa una silla de ruedas desde su niñez -más tarde sabremos el motivo- y es amigo de Haru, un gran jugador de baloncesto del colegio, desde que eran niños. Ambos son amigos de la simpática y vivaz Kotona, que además es novia de Haru. Los tres son muy buenos amigos en gran parte porque Yuu está escondiendo sus sentimientos por Kotona, porque sabe que es un amor imposible. Todo cambia cuando un día Kotona es perseguida por un hombre muy extraño, aterrorizada llama a sus amigos, pero ellos llegan tarde porque el desconocido ha apuñalado a su amiga con una gran daga. Intentando salvarla ponen su vida en peligro con la gran sorpresa de que han saltado a otro mundo.
Como he dicho no tengo ninguna referencia del videojuego de rol sobre el universo de fantasía creado por el famoso estudio Ghibli, estrenado en Japón hace más de diez años, así que no sé cómo ha podido cambiar cuando ha dado el salto a su adaptación cinematográfica. Y en cualquier caso no importa mucho ya que la película se sostiene sola más allá de su universo como juego de rol.
Ni No Kuni nos lleva a un mundo de fantasía. Siempre hay algo fascinante en una historia donde los personajes van a mundos que le son completamente ajenos, allí se enfrentan a sus propios miedos pero también descubren su fortaleza y quienes son realmente. En esta película tenemos un poco de esa magia del descubrimiento personal pero no demasiada. La historia es sencilla, Kotona es herida mortalmente y Haru y Kuu saltan a un mundo paralelo en donde descubren que hay una doble de su amiga, y que el destino de ambas está entrelazado: si una muere en un mundo, la otra también morirá. En el mundo al que van nuestros protagonistas la princesa -o Kotona- ha sufrido una maldición y se está muriendo. Si ellos quieren salvar a su amiga/novia deberán sacrificar a la princesa Asya. Los dos mundos no sólo están conectados a través de la magia sino que tiene que haber un balance entre ellos, un equilibrio que no se puede romper.
Como se puede apreciar una historia sencilla sin grandes complicaciones que además tiene un aire un tanto antiguo, en el sentido de que Kotona/princesa es un mero objeto de atención de los personajes masculinos, su labor es ser la víctima del malvado -que se sabe quién es desde que asoma su nariz- y ser salvada por los dos jóvenes. No hay nada en ella que nos haga pensar que es un buen personaje porque es bastante inocua. También encuentro problemas con Haru – y eso que su amor por su novia es indiscutible – porque en cierta manera está ensombrecido por Kuu. Su papel parece ser el antagonista/amigo del protagonista principal, porque de esta manera de dota de más fuerza a la trama añadiéndole conflictos personajes a la historia. ¿Cómo salva a Kotona/princesa? ¿Lo hacemos según Kuu, siguiendo las normas de todo buen caballero¿ ¿Lo hacemos como Haru que está dispuesto a todo para no perder a su novia incluso si eso significa irse hacia el lado oscuro? No hay un equilibro justo entre los dos personajes y eso al final resiente la película.
Tampoco ayuda mucho que todo gire en torno a estos tres/ cuatro personajes y se deje de lado a los secundarios. Los que están en la taberna, mezcla de humanos y seres con rasgos animales son muy simpáticos pero están infrautilizados, ni se les permite ser un elemento cómico. Le ocurre lo mismo a los miembros de seguridad del rey y de la princesa. Están ahí porque son necesarios pero no se usan en todo su potencial. Lo curioso es que considerando cómo está planteada la película, equilibro entre los dos mundos con Kotona y Ashia como representación de un mismo ser que vive en mundos distintos, no se haya jugado con esa baza más. ¿Dónde está el doble del rey, de su mago, de la tabernera, del mismo Yuu…?
Más allá del argumento el diseño de los personajes tiene un claro toque de estudio Ghibli, algo comprensible si consideramos que el veterano Yoshiyuki Momose trabajó como diseñador de personajes y fue colaborador del estudio durante años. Trae mucha añoranza ver este tipo de dibujo que se puede remontar a series tan antiguas como Heide o Marco. Sin duda hay elementos clásicos en esta película que son muy bienvenidos y que casi te hacen olvidar sus defectos.
Como propuesta para los más pequeños de la casa es muy correcta, hay héroes, princesas, villanos, personajes curiosos -¿es un conejo?-, aventuras, magia, batallas, amor, saltos entre mundos… Correcta pero no emocionante.
NI NO KUNI
Yoshiyuki Momose
Animación. Fantasía. Aventuras. Mundos paralelos
106 minutos. 2019. Netflix