Eddie el Águila, una caída desastrosa

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Siempre hay algo interesante en la unión entre la biografía y el ámbito deportivo. Cuando ambos elementos se unen se suelen producir resultados que se suelen clasificar de agradables o de majestuosos. En el caso de Eddie el Águila no estoy segura de que se puedan usar ambos adjetivos porque si bien el resultado es agradable en partes falla en su conjunto. Y la majestuosidad de superar lo insuperable para lograr un triunfo está miserablemente ausente.

La historia arranca con un joven Michael Edwards (Taron Egerton) quien desea ser un deportista olímpico pero sus incapacidad para realizar un deporte de alto nivel le llevan de fracaso a fracaso. Hasta que se encuentra con que puede tener una oportunidad en el deporte de invierno, en concreto con el esquí. Ya adulto, es uno de los candidatos para ir a las Olimpiadas que se celebrarán en Calgary pero el comité de su país lo rechaza –por muyu buenos motivos-. Pero Michael Edward en vez de rendirse decide seguir luchando, esta vez en la modalidad de salto de esquí.

Michael Edwards no es un deportista profesional sino un hombre un tanto ingenuo –por no decir otra cosa – que se ha empeñado en ser olímpico pese a que carece de capacidades para ello. Su negativa a aceptar la realidad le lleva a intentarlo todo, hasta que se encuentra con que puede hacerse un hueco en el salto de esquí. Gran Bretaña no es famosa por ello, más bien carece de este tipo de deportistas así que las bases por las que acudir a los Juegos son muy bajas. Así que nuestro protagonista se va a las mejores pistas de salto de esquí de Europa esperando aprender.  Sí, he escrito bien, Edwards no tiene ni idea de salto de esquí pero cree que en unos meses será capaz de conseguir la longitud que necesita para ir. ¿Dónde se establece la diferencia entre ser un ejemplo de tesón a ser un idiota que no ve la realidad? No lo sé muy bien pero Eddie el Águila ha conseguido que la vida de Edwards represente esto último. Como espectadora no he podido identificarme con el protagonista, en ningún momento lo he visto como un sufrido deportista que debe luchar contra grandes molinos de viento sino a un hombre un poco corto de entendederas que no comprende el concepto de realidad. No ayuda en esta visión que el actor Taron Egerton se empeñe en hacer un extraño gesto con la mandíbula–comprensible si vemos a verdadero Michael Edward- que a veces aparece y otras no aparece. Tampoco juega a su favor que la verdad detrás de la realidad de este deportista haya sido transformada a gusto de la trama, pues Edward no fue a Europa a aprender a saltar, sino a Canadá, y no tuvo un entrenador personal, pues el personaje de Bronson Peary (Hugh Jackman, Pan el viaje a Nunca Jamás, Chappie) es una invención, fruto de la unión de dos hombres que si existieron.

¿Podemos obviar todos estos peros? No, porque al fin y al cabo Eddie viene siendo el tonto del pueblo  que se empeña en hacer algo para vergüenza de su familia o del comité olímpico inglés. Y pese a que todo acaba bien – Eddie tratado como un héroe más o menos por la prensa y por su país- la película no deja de ser un fracaso, al menos si su propósito incial fuera mostrar que con tesón se puede hacer todo. Si por el contrario sólo busca entretener lo ha logrado a duras penas puesto que hay un poco de humor –no mucho la verdad porque la única escena graciosa que era la del móvil que aparece en el avance y que curiosamente no está en la película-, poca profundidad en los personajes y muy buen rollo y buenos sentimientos por doquier. O sea vale la pena tener cerca el mando de la tele.

Eddie el Águila es una muestra de que hay biografías que no merece la pena representar en el cine, al menos no si se hace de cierta manera.

Miles Ahead, la biografía de un genio musical

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Después de ver Miles Ahead seguramente muchos espectadores no les habrá quedado claro si han visto realmente una película biográfica del Miles Davis, el genial trompetista de jazz. Si después deciden indagar un poco más en el argumento se dará de bruces con ciertas noticias que indican que todo lo que sucede en la hora y cuarente minutos que dura la película es pura invención y que el reputado músico nunca se vio involucrado en carreras de coches a media noche entre una lluvia de tiros. Y si eso es verdad -es este punto ya no estás seguro de nada, querido espectador- solo queda la esperanza de que te haya gustado la banda sonora, o sea, el jazz porque en caso contrario habrás sufrido casi dos horas de tortura.  Seguir leyendo «Miles Ahead, la biografía de un genio musical»

Crítica «El cuento de la princesa Kaguya»

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Isako Takahata es confundador con Hayao Miyazaki de los estudios de animación Ghibli (El viento se levanta, Arrietty y el mundo de los diminutos, Ponyo), el mejor estudio de animación del mundo, por mucho que enojen otros grandes estudios cinematográficos. Con sus 79 años Isako Takahata (La tumba de las luciérnagas, El castillo en el cielo) nos presenta la que será su última película -así lo ha confirmado en algunas entrevistas- contándonos la historia de la princesa Kaguya, basada en un clásico cuento japonés.

Un anciano que se dedica a cortar bambú descubre entre los brotes de una planta de bambú una hermosa y pequeña niña. Asombrado la lleva junto a su mujer, a quien asegura que es un regalo de los dioses. La llama Princesa. Ambos ancianos deciden criarla y para su asombro crece mucho más rápido de los normal. Con el tiempo Princesa se hace mayor, y se convierte en una hermosa joven. Su destino está entre sus compañeros de aventuras y sus tareas en la pequeña casa de campo, rodeada de los bosques que tanto ama. Pero su padre encuentra un montón de oro entre los bambús que le hacen creer que su hija debería aspirar a ser una verdadera princesa. Por ese construye una gran casa en la ciudad y contrata a profesores que conviertan a su hija en una verdadera princesa. Pronto comienzan a llamarla Kaguya.  Seguir leyendo «Crítica «El cuento de la princesa Kaguya»»