Reseña «El efecto Marcus», Jussi Adler-Olsen

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Después de leer y disfrutar de los anteriores libros de la serie sobre el Departamento Q (La mujer que arañaba las paredes, Los chicos que cayeron en la trampa, El mensaje que llegó en una botella, y Expediente 64) quedaba claro que una de las lecturas claves de esta Semana Santa sería El efecto Marcus. 

El nuevo libro de Jussi Adler-Olsen es un poco distinto a los anteriores aunque sigue conservando esa cualidad inmaterial de dejarte pegado a sus páginas, carece del encanto sobrecogedor de los anteriores porque la propia temática de la trama de intriga no es la mejor para dejar relucir los sentimientos más descarnados. La culpable de que este libro no tan bueno -apreciación siempre muy subjetiva- está entonces en la propia historia, cuyo eje central es el crimen económico de altos vuelos. Cuando hablamos de dinero, de estafas, de desvíos de dinero, de banqueros y de hombre con coches caros y corbatas de diseño es muy difícil apreciar la parte trágica del delito. En el caso de un asesinato provocado por un psicópata/pariente/amigo siempre termina siendo importante la víctima en sí, porque actúa como un personaje que nos permite saca a relucir la vena de justiciera del lector. En el caso de los asuntos económicos esto no se produce porque el ambiente en que se mueve la trama no lo permite, al estar agarrotada en unos esquemas difíciles de destruir.

En cualquier caso Jussi Adler-Olsen consigue superar esta rigidez fría a través del personaje que da nombre al título: Marcus. Lo logra y a la vez no lo logra. Es decir, lo consigue porque gracias a Marcus y sus peripecias la trama se divide en dos, una es la que relata su propia historia de superación, sus intentos de salir de la familia en la que nació que le llevan por el mal camino. Él es un gitano nacido en el sur de Europa que a sus quince años empieza a cuestionarse su modo de vida -pidiendo en la calle, robando carteras, entrando en casas…- a pesar de que hacerlo lo lleva a huir de su familia. Gran parte de su relato es su intento de vivir una vida normal, de evitar que sus parientes y amigos lo encuentren e intentar que la injusticia consiga salirse con la suya. Y por otra parte no lo consigue porque la trama que gira en torno al crimen económico, y que queda desde el principio muy clara, Adler-Olsen la alarga en exceso, con una sucesión de párrafos y párrafos que no aportan nada. En conjunto las dos trabajan bien porque el contraste entre Marcus y los que visten corbatas caras es enorme, pero no llega a ser perfecta por lo que comentamos hace unos momentos, porque el autor alarga en exceso diversas partes. Sinceramente no había necesidad de contar todas los vericuetos que planean los malos para esconder sus maldades, de igual modo que tampoco es necesario saber todo lo que pasa Marcus para sobrevivir, porque por muy bien que nos caiga en joven -un gran personaje que espero que no desaparezca del todo en esta serie- no aporta nada al desarrollo de la investigación del Departamento Q. Con esto no quiero decir que un personaje secundario no pueda desarrollarse más allá de su papel como asesino/víctima/testigo pero no hay necesidad de escribir todo lo que hace, porque la sensación final es que al terminar la novela el autor descubrió que se había quedado corto, que le faltaban páginas, de modo que solucionó el problema escribiendo escenas que no afectaban al desarrollo general de la investigación.

En cuanto a los personajes principales, Carl sigue igual que siempre, bueno más o menos porque su compañera en el amor ha decidido interrumpir su relación sin fecha de vuelta lo que lo ha dejado con los ánimos por los suelos; su casa sigue siendo una locura, más ahora que hay un nuevo inquilino, su hijo postizo sigue tan vago como siempre, lo único bueno que le ocurre es que su amigo parece haber recuperado algo de movilidad. En cuanto al trabajo está todo revuelto, su jefe se ha jubilado por lo que tiene un nuevo jefe al que no puede manejar con facilidad, quien para controlar lo que pasa en el Departamento Q ha mandado al sótano a un nuevo compañero, Gordon, un joven policía larguirucho que bebe lo vientos Rose. En cuanto a Assad ya está casi completamente recuperado del golpe que le dieron en el caso anterior. Todos siguen igual pero evolucionado en diferentes maneras. Lo bueno es que poco a pocos vamos descubriendo más cosas de Assad, que sigue sin soltar prenda de quién es realmente.

Como siempre elegir un nuevo caso es toda una aventura porque Carl quiere hacer poco -aunque luego es como un perro detrás de un hueso no dejando piedra sin mover para saber la verdad- y Assad y Rose quieren investigar todo lo que les llama más la atención. Después de la habitua confrontación entre ellos que les lleva a poner sus ojos en la desaparición de un hombre, el libro empieza  a coger forma, aunque para ello hayan tenido que resolver otro asesinato antes. Como siempre me ha encantado la dinámica del Departamento Q, porque cada uno de ellos es único en diferentes maneras. Por eso la resolución siempre lleva aparejada sorpresas y giros que atrapan al lector, aunque comparados con las anteriores entregas de la serie, hay cierta previsibilidad por la propia naturaleza de caso, y porque no decirlo, porque el autor se ha excedido alargando ciertas partes no muy interesantes.

El efecto Marcus es un buen libro, me ha encantado todo lo relacionado con el Departamento Q y con Marcus, pero me aburrido un poco la parte de los malos. Lo de los africanos me pareció un tanto excesivo. En fin, no es una novela tan apasionante con las anteriores pero sigue siendo buena, y está muy bien escrita. Ya estoy deseando leer la siguiente entrega.

Una respuesta a “Reseña «El efecto Marcus», Jussi Adler-Olsen”

  1. No me he estrenado aún con este autor, pero tengo claro que en algún momento me animaré, que veo que gusta mucho.
    Besotes!!!

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